
Resistencia es la capital provincial más pobre de la Argentina. A menos de treinta cuadras de la Casa de Gobierno, un cordón de asentamientos abraza el casco urbano como si fuera una herradura. En ese conglomerado de chapas de cartón, plástico y madera sobreviven hacinadas en condiciones de extrema pobreza uno de cada tres habitantes de la ciudad con mayor cantidad de indigentes del país.
Resistencia es sólo la puerta de ingreso a un territorio que tiene la mitad de su población bajo la línea de pobreza. “Desnutridos, mal nutridos y anémicos, así se encuentran unos 15 mil chaqueñitos menores de 14 años”, aseguró Rolando Núñez, coordinador del Centro de Estudios “Nelson Mandela”, una institución dedicada a la investigación y el trabajo de campo con los sectores más desprotegidos. Desde diciembre de 2007, la provincia es dirigida por Jorge Capitanich, uno de los pocos gobernadores kirchneristas que zafó del papelón electoral del 28 de junio, cuando obtuvo más del 48% de los votos.
Capitanich imitó las peores mañas de sus referentes políticos. Por eso, como una fatídica réplica del INDEC de Moreno, el fantasma de la adulteración de cifras se cierne sobre el departamento estadístico chaqueño. Mientras oficialmente se admite un 35,4% de pobreza y un 9,4% de indigencia, un relevamiento realizado por el Instituto para el Desarrollo de las Economías Regionales (IDESA) sostiene que el porcentaje de pobres asciende al 49,7% y el de indigentes, al 17,2 por ciento.
Los mismos números del Ministerio de Salud de Chaco admiten que el porcentaje de niños desnutridos en 2008 fue más alto que el de 2004, 2005, 2006 y 2007. Si se analiza la tabla del Plan Materno Infantil provincial, se observa que el año pasado, de los 19.496 bebés menores de un año bajo control médico, el 6,2% tenía algún tipo de desnutrición. En números absolutos, 1.040 con grado uno, el más leve; 154 con grado dos, y 24 en el estadio más grave. De los 20.233 chicos de un año bajo supervisión médica, el 19,6% presentó algún déficit nutricional, es decir, 3.956 niños, el triple de los valores del grupo anterior para el mismo año. Similar es el panorama de los chaqueños de entre dos y cinco años: el 17,5% está en condiciones de malnutrición. “Las tasas anuales de desnutrición infantil en Chaco son de las más altas de la Argentina”, sostuvo Núñez.
SECTORES MÁS AFECTADOS. La avenida Soberanía divide las dos realidades que coexisten en la capital chaqueña. De un lado, la trama urbana donde viven unas 250 mil personas. Del otro, unas 25 mil familias que se desparraman a lo largo de un corredor de 24 kilómetros de asentamientos que rodea la ciudad de Resistencia. La Rubita es el primero de estos conglomerados informales erigidos en terrenos que alguna vez pertenecieron al Ejército. “Hace 34 años que vivo acá y siempre hubo la misma pobreza”, recordó Eulogio Quintana, que acaba de cumplir 67. La desnutrición de primer grado que sufre no hace otra cosa que agravar la patología que lo aqueja desde hace más de una década: padece leishmaniasis cutánea, una enfermedad infecciosa que transmiten los perros y que le provocó la pérdida de tejidos cartilaginosos en la cara y lesiones muy severas en la piernas. “Como no recibimos ninguna ayuda, me veo obligado a seguir cirujeando con el carrito para poder comer”, relató el anciano.
